No te
confundas. Aún no he regresado. Me quedan unos cuántos papeles revueltos y un
par de chinchetas en la piel que me tienen pegada a ese banco vacío y recién
pintado.
Quiero comerme algún cigarro que no suelte ceniza, por eso de las heridas...
Ya me han quemado. Literalmente. Y me gusta. Porque me hace sentir que podría
morir cerrando los ojos y no darme apenas cuenta de que me estoy yendo; porque
cuando he sentido apagarse el fuego en la piel he sentido también ganas de
apagar esas luces molestas que me alejan de los parpadeos de aquellos de los
que no me apetece acompañarme; porque cuando he imaginado cómo sería arderme
entera por dentro he comprendido que soy diferente; porque vivir sosteniendo la
cera de las velas que yo misma he prendido con los dedos y sin temblar me crea
una sonrisa espumosa y ligera de lóbulo a lóbulo y no lo cambiaría por nada;
porque ver las pupilas dilatarse sin espejo ha abierto los poros oxidados que
aún quedaban de mis viejas costumbres; porque de un zarpazo me he quitado el
peso de lo bueno y lo malo, y mi maleta va suave y se siente libre de
replegarse en cualquier parte de mi cuerpo y en cualquier rincón del mundo.
Y soplaré, soplaré tan fuerte que la choza de paja que quieren prestarme no
sólo se esfumará sino que se desintegrará.
No sé si me entiendes. Es en esos momentos en los que por eso amo a mi
bombilla. Es un pergamino de colores anegado de sensaciones que me cubre y me
impulsa, uno de estos ratos que de pequeña nunca te han contado que existieran,
uno de esos instantes en los que se te agarrota el alma por impedir una
expansión por fuera de su propia existencia...Expandir...a veces es complicado
porque no hay tanto ancho en el mundo como para que quepan mis sentidos.
Y eso que aún no he vuelto del todo.
Primero estuve escondida en un bloqueo hastiado de escuchar y escucharse, de
ser leída por oídos que no veo, de ser comprendida desde las palmas subjetivas
de un desconocido y aún más: de muchos conocidos. Cargué con el peso de
exponerme, de columpiarme promiscua entre mis ideas y los borbotones de
pequeñas vidas que vivo. La inspiración quebró porque no podía envasarla al
vacío y meterla entre letras.
Segundo. También he estado escondida por segunda vez. Pero distinto. Muy
distinto. He sido cobijada, ultrajada, acariciada, relamida, mordida, quemada,
fulminada, sorprendida, desquebrajada, rajada, excitada, corrida, bombardeada,
pensada, alimentada en sábanas ya sucias, nutrida con deliciosos desayunos y
sentida, acompañada, dormida...en definitiva vivida un millar de minutos. No me
ha dado apenas tiempo de poder definir nada. Así que tampoco éstas cosas que
nos surgieron hace milenios a las que llamamos letras no se asomaban siquiera a
pavonearse delante de mi porque estaba en un rincón revuelto siendo feliz, con
todos los miedos, dudas, ataques, sudores, deleites y placeres, de los que
muchos de ellos no había ni imaginado ni el talón ni la raíz de su utópica
existencia.
Por eso temblorosas estas teclas y desgastados mis dedos aún no puedo decir
abiertamente que he vuelto: tengo un año más, menos miedos de los viejos y
otros nuevos; tengo "arrugas de expresión" que algunos gusta y a
otros supongo que le parecerán simplemente comandos del paso del tiempo, de que
las células se mueren y se caen al suelo...Casi medio me reconozco en las fotos
presentes porque mi mirada va cambiando pero también la mirada que acompañan a
los disparos que me retratan. Es un mutuo acuerdo.
No te confundas. No necesito mil farolas alumbrando éstas calles, tengo mi
bombilla. Siempre tendré mi bombilla. Y me siento afortunada por ello. Pienso
morir mordisqueando todos los amaneceres bebidos y sobrios que pueda, morir
compaginando todo mi talento con toda mi pereza, morir dando gritos en silencio
y morir si es posible entre unos buenos labios carnosos que besen como si la
gravedad estuviera en mi boca y no tuvieran más remedio. Esos labios que ahora
deseo.
No te
confundas. No he regresado del todo pero sólo a éstas páginas, no a la luna que
me deja perpleja, no al caminar cada hora segura de que lo que soy, ya es
mucho. Ahí estoy vuelta, regresada, anclada e indefinida.